Conquistadora

Fray Alonso de Benavides, superior de los franciscanos en el Virreinato de Nueva España, estaba a punto de rendirse atemorizado por las bajas.

Casi todos los misioneros que envió fueron asesinados en los actuales estados de Arizona, Nuevo México y Texas.

Viajó a España para pedir consejo a su superior, y éste le dijo que debía entrevistarse con una monja que estaba siendo investigada por la Inquisición.

Sor María de Jesús de Ágreda, en Soria, fue una monja de clausura que confesó que tenía éxtasis mientras rezaba en el Coro y se bilocó a un poblado indio cerca de un gran río, catequizando a los nativos Jumbo, Texan y Caddo.

Fray Alonso fue a visitarla, y ella resolvió su temor regalándole la talla de piedra que había convertido a muchos musulmanes en la Reconquista española, llamada La Conquistadora, «La Conquistadora de corazones».

Encomendó a la Virgen toda su labor evangelizadora y misionera en los actuales EE.UU., y peregrinó con la estatua desde México hasta Nuevo México, construyendo la Catedral de Santa Fe y entronizando a nuestra bendita Madre.

Los nativos vieron venir la procesión y se mostraron amistosos, pidieron el Bautismo, conocían muchas oraciones católicas.

Las explicaciones que la monja le dio sobre el paisaje, los árboles, las costumbres y la vestimenta de aquellos nativos resultaron asombrosamente precisas a pesar de que ella nunca había estado allí.

Un señor políticamente correcto o «ignorante de la historia» tuvo que hacerse obispo en 1992 para cambiar el nombre a «Nuestra Señora de la Paz», porque pensaba que La Conquistadora podía ser ofensiva.

Se han producido tensiones artificiales entre los colonos españoles y los nativos americanos, pero seguiremos llamándola «La Conquistadora», e intentaremos continuar la labor evangelizadora y misionera con el fruto de nuestro trabajo.